De "Héroes" y Menotti
No es
la palabra, señor Menotti
Hace tiempo
que quería, señor Menotti, decirle a Ud. algunas cosas, pero siempre pensé que
había asuntos más importantes que atender. Sin embargo, sus últimas
declaraciones (Página 12, miércoles 26 de junio, 2013) me impulsan esta vez sí,
a dirigirme Ud., con el respeto que se merece. Pues ha dicho Ud., señor
Menotti, que los integrantes de aquél equipo de futbol que Ud. dirigió en el
año 1978 “todavía no han tenido el reconocimiento que se merecen”, y los ha
calificado de “héroes”. Sin procurar el amparo, (como lo hace últimamente una apretada
runfla de canallas y cobardes) de las disposiciones de ese extravagante instituto
autoproclamado “Real Academia Española”, coincidiremos Ud. y yo, señor Menotti,
en que el vocablo “héroe” tiene connotaciones gloriosas, y ha sido aplicado a
innumerables protagonistas de nuestra historia: desde San Martín a su (si no
recuerdo mal, y si no ha cambiado Ud. de opinión) admirado Che Guevara, pasando
por Belgrano, Artigas, Güemes, y para venir un poco más acá, Maradona (el
doctor Maradona, el otro Maradona), los soldados de Malvinas, Roberto Santucho
y Rodolfo Walsh, por nombrar a unos pocos. Hombres que se jugaron la vida, y la
dieron en no pocos casos, por un ideal de libertad, por una idea de Patria, por
una noción de Justicia. Hombres despojados en absoluto de ambiciones personales
que dieron todo por los demás, sin pedir nada a cambio, como nos enseñaban en
las aulas argentinas cuando éramos estudiantes. Por esa razón es que lo invito
a buscar otra expresión para nombrar a esos muchachos. Le propongo algunos
calificativos más apropiados: esforzados, hábiles, super-hábiles, entusiastas, denodados,
ágiles, super-ágiles, astutos, hasta “inteligentes para jugar al futbol”, si
Ud. quiere. Porque ¿héroes?
Y hay más:
probablemente porque su cabeza no haya traspuesto jamás durante aquellos días
las líneas de cal que limitan el verde césped de la cancha de River del resto
del mundo, probablemente, digo, no se haya enterado Ud. de que en el país se
estaba desarrollando la más feroz cacería y consecuente matanza de compatriotas
que se recuerde, aparejado esto a un vergonzoso proceso de entrega de los
resortes económicos fundamentales del país a manos extranjeras, tarea
completada años después, señor Menotti, por otro personaje que, ¡pura
casualidad! lleva sus mismas iniciales: C. M. Y que Ud. y sus héroes
contribuyeron, con su pequeño granito de arena, a publicitar, reforzar,
consolidar y naturalizar en la opinión pública. Esa opinión pública que rugía
enfervorizada en la cancha, aprobando las heroicas piruetas de sus jugadores y,
al mismo tiempo, los medidos gestos de entusiasmo de los uniformados buitres
que aplaudían los goles de Kempes.
Le voy a confesar algo,
señor Menotti: yo estaba con los holandeses. Sufrí, sí, cuando Rob
Resenbrik estrelló la pelota contra el poste del arco argentino faltando nada
para que termine el partido, sufrí porque quería que entrara y no entró, quería
que ganaran los holandeses. Eramos un nutrido grupo de amigos y los únicos que
estábamos con los holandeses éramos Alfredo Sandoval, el padre de mi amigo y
dueño de la casa y yo. Alfredo era un entrerriano puro y duro, de esos a los
que la mujer tenía que ir a buscar a la comisaría cada dos por tres porque se
había agarrado a trompadas en el boliche con uno “que lo miraba mal”. Cero
política, Alfredo. Pero él, que no era de izquierda ni de derecha, que era
“apolítico”, a lo mejor algo sabía. O algo intuía, mejor dicho. A lo mejor
intuía que unos pocos días después un camión del ejército estacionaría frente a
su casa del Camino Negro para cargar los muebles y electrodomésticos que había
en su casa y que tantas planillas de quiniela le habían costado. Y que no se
llevó a nadie porque no había nadie, ni él ni la mujer, que se habían ido a
Entre Ríos, ni el hijo ni las hijas, que olían a los cazadores y andaban de
aquí para allá, de casa en casa, de compañero en compañero. Y que ya sabían que
a Pablo Turner, el intendente villero de Lomas de Zamora para el que habían
trabajado y militado, lo habían ido a buscar al Chaco y le habían cortado la
cabeza. Porque le cortaron la cabeza, señor Menotti, ¿sabía usted?. Podrá Ud.
decir que soy un “antipatria” señor Menotti, pero sucede que para mí la Patria era otra cosa, para
mí eran los muchachos y las muchachas que yo sabía –y Ud. no, seguramente- que
estaban siendo supliciados y agonizaban a pocas cuadras del estadio donde Ud. y
sus dirigidos desplegaban su repertorio de heroicidades, donde eran metidos en
bolsas y tirados al mar atados de pies y manos a piedras pesadas como montañas,
ebrios de Pentotal y espanto. Esos, eran, para mí, (¡mire qué loco!) los héroes
de aquel momento, señor Menotti, disculpe usted la discrepancia. (Sé que te
fuiste. Sé que el hígado te jugó una mala pasada. También, con el rigoreo que
le propinaste, hermano. Donde estés, Alfredo, dejame por esta vez que te tutee:
Chapeaux, Alfredo).Probablemente entonces tampoco se haya enterado Ud. de las desapariciones, de las torturas, de los robos de bebés. No he seguido su carrera. Quizás haya estado Ud. ausente hasta el momento de estas declaraciones en algún país del Medio Oriente, o enfermo, quizás. Por mi profesión he estado y estoy en contacto con gente que vive en un mundo propio, alejado de lo que los “normales” llamamos “realidad”, que no asimila interrupciones en el deambular de su pensamiento, que no absorbe las modificaciones de una situación que tiene congelada en la mente en el pasado o, quizás, en el futuro. Por eso pienso que es posible que Ud., señor Menotti, no se haya enterado de nada, ni ahora ni en aquel momento. Pero “héroes” no es la palabra. Me ofrezco, si Ud. no lo toma a mal, a colaborar con Ud. para encontrar una palabra mejor. Me las rebusco con las palabras, no vaya a creer. Es por mi profesión ¿sabe?
Daniel
Castellanos (Tinta Roja de Boedo)
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