Secuaz a sueldo o movido por interés

Decía Carlos Pagni:

A la Casa Rosada no le será más sencillo abroquelar al oficialismo. Kirchner condujo a su partido a un derrumbe. Sólo la supervivencia de Carlos Reutemann evitará que el PJ se convierta una colección de náufragos encomendados a dos extraños, Mauricio Macri y De Narváez. Conviene recordar la convulsión que experimentó esa fuerza en 1983. Aunque a diferencia de Lorenzo Miguel o Herminio Iglesias ahora los "mariscales de la derrota" están en el poder.
¿Será posible para los peronistas recuperar la capacidad electoral sin diferenciarse del propio Gobierno? Ya hay antecedentes para ese enigma: para ganar anoche La Pampa, Carlos Verna debió decir que "Kirchner no es discípulo de Perón sino de Nerón". Inquietante dilema entre la aspiración a 2011 y la gobernabilidad. Para peor, el gabinete quedó anoche herido de muerte: hasta Sergio Massa perdió en Tigre. Daniel Scioli, otra gema de la corona, está más dañado que los Kirchner. Tal vez tenga razón Eduardo Duhalde: "El próximo presidente no saldrá del PJ".

Decía Joaquín Morales Solá


El kirchnerismo ha concluido anoche como ciclo político. El tiempo que le resta es el de un paisaje resbaladizo, en el que Kirchner hará lo que pueda –o lo que quiera– para preservar una inestable gobernabilidad. Además, el peronismo tiene desde ayer el candidato que buscaba para relevar el liderazgo de Kirchner: es Carlos Reutemann, que ganó en Santa Fe contra la mayoría de los pronósticos. Reutemann es uno de los pocos referentes que el peronismo no discute.
Francisco de Narváez se erigió anoche en uno de los mayores líderes políticos de la Argentina y Julio Cobos se convirtió en el presidenciable de más peso de las corrientes no peronistas.
Volver a leerlos a dos años vista, nos permite ver con total claridad que, normalmente, cuando desde esas tribunas se escribe a partir de los deseos personales, tratando de convertirlos en "análisis políticos independientes", los yerros son mayúsculos. Y lo que es peor aún, ni se hacen cargo. Al resultado electoral de ayer, debemos agradecerle haber terminado con la carrera política de unos cuantos impresentables, ojalá nos permita que algunos esbirros también pasen a cuarteles de invierno. 


Mientras tanto, leemos unos párrafos de la columna de hoy de Ernesto Tiffenberg en Página:
No es común que después de tantos discursos y tantos actos de gobierno en esa dirección, los medios opositores y sus principales periodistas insistan en vaciar de todo contenido la formidable votación de ayer, y repitan que se volverá a la lógica del pensamiento único de los ’90, justo en medio de la crisis que amenaza mandarlo a pique en los propios países centrales. Se construye así un nuevo discurso para condenar las elecciones a la irrelevancia. El razonamiento parte de imaginar una súbita comprensión por parte de la Presidenta de las bondades de las recetas ortodoxas y el consiguiente nombramiento de ministros con veleidades neoliberales. Y en el caso de que ello no ocurra, cuenta con que “las leyes ineluctables de la economía” arrastrarán al país y a su gobierno al merecido infierno que se están buscando tras ocho años de desafío a la lógica del poder financiero internacional y sus aliados nacionales.
No es común no darse cuenta de que, lejos de la irrelevancia, lo que se resolvió en las elecciones de ayer es el sentido de las políticas que se implementarán en los próximos años. Tanto para enfrentar los problemas que planteará la prolongada crisis mundial como los que se derivan de la resistente desigualdad que todavía caracteriza a la sociedad local. Lo que define a un gobierno no es un modelo perfecto diseñado desde ahora y para siempre sino el rumbo general con que toma cada una de las decisiones frente a los problemas que constantemente le plantea la realidad.
Fue más que una hazaña, de acuerdo con cualquier parámetro nacional o internacional, haber llegado a este punto. Y haberlo logrado en el último año sin el concurso de uno de sus principales impulsores. Fue más que una hazaña conseguir que su presencia continuara viva y que la autoridad presidencial se multiplicara en una mujer que se mostró capaz de sostener la responsabilidad del Estado mientras compartía con todos el dolor de la pérdida.

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