Jugue con EL *


Es una sensación rara. Difícil de explicar. Pero hay algo que tengo claro, siempre amé el fútbol.
A mi viejo le gustaba, en casa se hablaba siempre de fútbol y de política, y fue conocer esos colores para que marcaron mi vida, para que tomara forma en mi, esa pasión indescifrable.
Desde que tengo unos seis, siete años, mis recuerdos se tornan claros alrededor de una pelota y mi viejo, luego junto a mis amigos, los de siempre, los de toda la vida, esos que una acuña y arraiga desde pibe, para siempre.
En el patio del colegio, en el patio de la vieja casa de la calle Caseros, en la vereda, en la calle entre las fábricas, siempre mis amigos del barrio y la pelota.
Nunca fui de los mejores o si, no se, lo dejo abierto para que opinen los que me vieron jugar, pero me la rebuscaba. Con los años fui aprendiendo a ubicarme y a sacar provecho de una buena zurda.
Los años me enseñaron a disfrutar más del jugar con amigos, a ganar a cualquier precio, como sentenció para siempre el negro Dolina, sentando un apotegma insustituible. No puedo negarlo, el fútbol en algún momento de mi adolescencia, marcó mi vida, como luego lo haría una mujer, ese gran amor que todos alguna vez tuvimos y que aún en mí perdura.
Pero esta vez, les quiero hablar de algo especial, muy particular, algo que llevo muy adentro y nadie nunca va a poder quitarme. 
Yo jugué con EL
EL juega bárbaro, es derecho, pero le pega con las dos. Buena  parada, pinta de exquisito, pero rustico si hay que serlo; con los años -siete de papi fútbol y 9 títulos obtenidos en ese derrotero infantil- templó su temperamento. Es una rara mezcla de  fuerza, garra, talento y habilidad.
            Lo vi jugar durante siete años, me entusiasmaba, me gustaba verlo. Como ya se habrán dado cuenta, soy su admirador número 1, su principal fanático.
            Lo he visto muy pocas veces perder y muchas ganar, jugársela por el equipo o por una corazonada, EL también eligió jugar con aquellos a quienes quiere.
Por eso, yo tuve suerte… un día, no hace mucho, ayer nomás, le dije “Te animas a jugar con nosotros”. Que compromiso mi Dios, jugar con EL, compartir un equipo -si me tocaba en suerte a la hora de repartir los jugadores-, un partido nomás, sólo eso quería. Y a pesar de todos mis miedos, mis años, y ¿sus miedos? me dijo “SI”.
Yo estaba retirado hacía ya, digamos… unos dos años, una eterna lesión en el pulgar del pie derecho que, sí juego, al otro día, no puedo caminar; pero siempre estoy volviendo, como dice Pichuco, “si nunca me fui”; tengo más retiros que retornos. Pero, en realidad, no quería ni deseaba nada más que jugar, aunque más no sea unos minutos, para mi, ESO era TODO.
Estar parado al lado de EL en la cancha, donde dispusieran mis amigos, sea pegadito a la línea, compartiendo la saga central o la delantera, yo quería, simplemente, ser parte de un equipo en el que EL estuviera. Eso sería tocar el cielo con las manos. Yo quería estar un día, tan sólo un solo día, en una cancha con EL,
El Turco, un amigo de años, me dice, “vos anda y juga adelante con EL”. Hay cosas imposibles, pero, de alguna manera, el Turco nos estaba hermanando, aunque en la vida eso fuera imposible.
Y ayer pasó, tenía que pasar, yo siempre lo soñaba, era mi deseo oculto y no tanto, algunos sabían de eso, no Marito?
Y el día llegó, me animé y EL acepto. Imagínense mis nervios, no lo podía creer, yo con mis cuarenta y tantos largos, con un miedo atroz, nervioso por un partido de fútbol, que lo tiro, lo que es la vida, estaba nervioso por jugar con EL.
            Pasaron un par de minutos y tuve la fortuna que, apenas iniciado el partido, convertí un golazo. Lo mire de soslayo, y creo que EL, se sintió feliz. Después vinieron sus goles, los goles de EL, muchos, de distintas jugadas y piruetas. Mientras escribo estás líneas vuelvo a tener la misma emoción dentro mío. Es una sensación indescriptible, aunque me esfuerce en describirla.
Estaba jugando con EL.
No me acuerdo el resultado, creo que finalmente perdimos, solo recuerdo que hay un antes y un después de haber jugado con EL.
Ojala se enganche y pueda seguir jugando con EL. En esa hora y media que jugué con EL, trate de alentarlo –justo yo, sí está para enseñarme más a mi que yo a él- e indicarle movimientos, como hace unos seis años atrás, pero la diferencia es que esa vez, lo pensaba para adentro. No importa el resultado del partido, no importa como todo termino, no importó nada más.
Yo tuve el gusto de jugar con EL, imborrable, irrepetible, emocionante, incomparable.
Yo jugué de compañero de equipo con El.
El fue mi compañero en la delantera.
            Y en ese tiempo EL me dio todo a lo que yo puedo aspirar.
Y yo estoy orgulloso de EL, lo admiro y más que nada, lo quiero.
Yo he tenido el placer de jugar con EL.
Me di el gusto de compartir una cancha y tenerlo a mi lado, a EL, a MI HIJO.
 
* Adaptación del cuento "Yo jugue con el" de Gustavo Fourcade

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Marcelo ... vos estas aprendiendo bastante del viejo farabute en eso de emocionar a los que te leen...lastima que sabia el final, pero igual me hizo lagrimear (para vos eso no es novedad no ???)Agustin
Anónimo ha dicho que…
MUY Emotivo el relato ,paro te cuento que los equipos los armanos el turco y yo y fui yo quien dispuso que en la formacion de los equipos vos jugaras con tu pibe .La proxima y espero que no pasen 2 años tal vez les toque estar enfrentados .Bueno espero que hayas disfrutado del momento y que la bocha siga rodando.Abrazo y la seguimos ,el pelado Ale.
ANDRES LOPEZ ha dicho que…
Hola Vege!!Me alegro de corazóm el momento que viviste, lástima que justo yo no pude ir....
Un abrazo grande y gracias por tus palabras de anoche...me vinieron muy bien....

Andy
Anónimo ha dicho que…
Vege, me alegro de corazón por el momento que viviste..lástima que no pude ir.
Un abrzo grande!

Tu amigo Andy

Entradas populares de este blog

Carta de un obrero militante a su hijo