Los falsos debates mediáticos

Ayer recibí un correo desde Bolivia, de la colega Gisela López, con quien pudimos conversar durante el conflicto de la "Media Luna" cuando estaba al aire "nada es casual", quien nos refiere la problemática periodistica por la que atraviesa su país.
Cualquier semejanza con nuestra "prensa" no es mera casualidad, puesto que nada es casual. Su escrito:


La prensa boliviana, sobre todo la televisiva, con hincapié en la masiva, ya lleva más de 15 días con el falso debate matemático para demostrar que el MAS –sobre todo Evo Morales- perdió en las elecciones del 4 de abril. El jueguito del millón de votos menos que obtuvo el MAS es el argumento más utilizando por los periodistas y grandes analistas mediáticos empeñados en hacer ver como perdedor al líder más popular de la historia boliviana.
La obsesión anti-Evo los ha enceguecido a tal grado que siguen sumando y restando en los set de televisión para convencer al ciudadano-soberano, que Evo perdió. Millón más, millón menos, el partido del Presidente ha consolidado 6 de las 9 gobernaciones en Bolivia, número de lejos superior en relación a la anterior y primera elección de prefectos.
Como la idea es forzar el análisis para que Evo aparezca perdedor, comparan los resultados electorales del 4 de abril con los de diciembre del año pasado, cuando no elegimos ni prefecto ni gobernador, sino PRESIDENTE. Cuando elegimos prefecto fue en 2005, elecciones en las que el MAS resultó minoría con sólo 3 prefecturas (Chuquisaca, Oruro y Potosí) frente a una oposición que acaparó las de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Tarija, Beni y Pando y de esa elección parió la “media luna”. Cinco años después, en 2010, la “media luna” no existe, a pesar de que se quiere hacer ver al MAS y a Evo como los grandes perdedores.
En todo caso, la comparación matemática podría extenderse máximo hasta el año 2008, cuando se realizó el Referéndum Revocatorio y se puso a prueba del voto ciudadano a los prefectos del país y al mismo Presidente. Dejemos de lado la comparación de los votos de Evo Morales y sigamos comparando las realidades políticas departamentales que, matemáticamente también, demuestran la pérdida de poder de la oposición, ya que en agosto de 2008 el pueblo les revocó a los prefectos de La Paz y Cochabamba.
El jueguito del millón de votos menos es un blef mediático, distractivo y superficial, ya que ese millón que supuestamente perdió Evo entre diciembre de 2009 y abril de 2010 también lo ganó en la comparación real de las dos únicas elecciones departamentales, primero para prefectos y luego para gobernadores, que hemos tenido en la historia boliviana.
Es tan desesperada la posición periodística-mediática por demostrar que el 4 de abril Evo perdió que se ha empezado a inflar resultados de otras organizaciones políticas, como la del MSM, ante la ratificada desaparición de los partidos políticos tradicionales. La desesperación les lleva a plantear candidaturas presidenciales sobre caudales electorales irrisorios y liderazgos cansados. Es decir, nada nuevo, sino más de lo mismo, de los que antes se aliaron con otros gobiernos como el de Carlos Mesa, luego con el mismo MAS y ahora, los medios y la prensa, los exhiben como “alternativos”.
Algo, cualquier cosa, hay que inventar para desinflar ese fenómeno político que se llama Evo.
Achacachi, que hasta hace poco nomás, estos mismos medios de comunicación y este mismo periodismo estigmatizó como “un pueblo de carniceros” y mostró repetidas veces cómo degollaban un perro, hoy lo muestran como el ejemplo de la rebelión contra Evo. Ahora, Achacachi “es un pueblo democrático” y “se ha liberado del dedazo”.
Programas de televisión extensos se dedican a esta “forma” de hacer periodismo que raya en la superficialidad insultante de este noble oficio que, en Bolivia y el mundo entero, ha perdido precisamente esa cualidad: la nobleza.
Hasta ayer, la cantaleta mediática era el millón de votos menos del Presidente. A partir de hoy es la “mesa 18” de uno de los eventos más importantes del planeta, aquella mesa que no aparece en la lista oficial, aquella que, como en todo evento internacional de esta naturaleza, siempre se instala, al margen de lo oficial, pero con mucha riqueza, con mucha convicción, con demasiado compromiso, etc. Puede ser la 18, 19, 20 o más. Todas las que sean necesarias para presionar para que el planeta no siga siendo destruido. Pero el periodismo no cuadra en la intencionalidad de esa política de los luchadores de siempre que montan mesas extraoficiales, contracumbres, etc. para visibilizar posiciones ciudadanas que, en la mayoría de veces, no está en las agendas oficiales.
No sé si por ignorancia o por línea política, el periodismo no comprende que pueblos como Achacachi, donde perdió el MAS, o Charagua, donde sucedió lo mismo, no son –precisamente- orgánicos militantes del partido de Gobierno para votar siempre por él. Han sido, y está visto que seguirán siendo, ALIADOS coyunturales de un liderazgo con el que, en determinadas etapas, se identifican y se unen, pero en otras se distancian y hasta lo cuestionan. Hecho que, desde nuestro punto de vista, es saludable en la democracia.
Lo que pasó en Achacachi, Charagua y otras comunidades indígenas donde el MAS no ganó este abril, es una prueba más de la autonomía que tienen estos pueblos de tomar decisiones al margen de cualquier consigna partidista. Es una prueba más para desbaratar esa otra cantaleta mediática de que el MAS y/o el Presidente “maneja a sus movimientos sociales”.
Y lo que está  debatiendo el sistema mediático, en valiosísimos espacios, millonarios minutos y costosos rollos de papel, son trivialidades periodísticas de la superficialidad de la política. El fondo de este proceso es otro, vinculado –por ejemplo- a la autonomía que están ejerciendo los pueblos y que gana terreno silenciosamente. Pero el periodismo no lo entiende. No se han tomado la molestia, por ejemplo, de analizar el hecho histórico de que cinco indígenas del departamento cruceño estarán presentes en la Asamblea Departamental para tomar decisiones políticas a favor de la región y de sus intereses comunitarios, comunidades que incluso son vulnerables de desaparecer y ahora, gracias a este gran avance democrático, les permitirá tener la oportunidad de “salvarse”, si es que lo hacen bien, por supuesto. Esa presencia indígena en los legislativos departamentales se extiende también en otras regiones.
La crítica, la autocrítica y el análisis están ausentes de las pantallas y de los diarios. La mayoría está siendo utilizada para lanzar los misiles contra el “perdedor” que, en realidad, sigue siendo el ganador.

Por Gisela López Rivas, Periodista.

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