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"cabecitas rubias" en Quilmes

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Texto que extraje hoy del blog Mano de Mandioca , lo comparto con ustedes.  El vino de la casa  por Marcela Espadero "los duendes del vino hurgan en lo mas profundo del hombre, aquietan sus ansiedades, descubren sus ternuras, le señalan el camino del canto, de la risa y la esperanza" (texto publicado en una carilla de vinos finos de Mendoza) Cuando teníamos veinte años, Ricardo y yo frecuentábamos la ribera de Quilmes. Era la época en que la ribera era de los ribereños y algunos de los "cabecitas rubias" como nosotros, los que vivíamos en la ciudad arriba de la barranca, íbamos a tomar y comer algo los fines de semana. Nos hicimos clientes del "Recreo Gran Wilde" de un tal Toledo, un morocho santiagueño, morrudo y muy amable. La primera vez que fuimos teníamos poca plata, apenas nos alcanzaba para dos vasos de vino de la casa. Toledo nos preguntó si además queríamos unos maníes y le agradecimos diciendole que no. No sé cómo, pero se dio cuenta de que ...

Cuando uno creía que se acababa el mundo

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Cuando en los setenta tenías tu primera noviecita, digamos a los catorce, quince años,  pensabas que, si llegaba a dejarte, se acababa el mundo. Quién no tuvo en esos años, el metejón de su vida, bueno, yo tuve tres y casi al mismo tiempo. Cuando empecé a salir con Silvia, creí tocar el cielo con las manos. Juro que pienso y pienso y no puedo recordar como corno la encaré. Silvia, no fue mi primer beso, pero los de ella –hasta ese momento- fueron superiores. La cosa iba bien con Silvia, pero mal con su madre, aparentemente, relaciones familiares anteriores tuvieron como consecuencia cierto odio, poco racional, hacia mi pequeña humanidad. Entre tanto, en la intimidad de mi habitación, en una pequeña radio portátil que depositaba debajo de mi almohada, sintonizaba radio del plata desde las once de la noche, para escuchar a Juan Alberto Badia y la voz de Graciela Mancuso. Imaginate, arrancaba así: y la cortina de flecha juventud comenzaba con que sonaba de esta manera… Pero les ...